miércoles, 18 de junio de 2008

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"I have the right to live right
wherever I go"



Estaba pensando en lo difícil que es elegir la carrera universitaria, y eso. Lo difícil que es saber realmente a qué se quiere dedicar el resto de su vida. En dónde va a plasmar todo lo que uno es.

De chiquita, obvio, que quería ser maestra, como la mayoría de las nenas; cuando estuve en cuarto grado, más o menos, me empecé a interesar por el buceo (y digo “empecé a interesar” porque jamás pasé de hacer natación en el colegio), y a partir de este interés, derivé en Arqueología Marina. Me duró hasta primer año, de repente me empezó a gustar la fotografía, y sacaba lindas fotos posta, y quise estudiar Diseño de Imagen y Sonido que abarcaba otro montón de cosas que me gustaban también. Hasta tercer año.

Siempre me gustó la literatura, leo mucho desde bastante chica. Y siempre fui de las que esperaban la hora de lengua; análisis sintáctico, lingüística, semántica, todo me gustaba; me se de memoria las reglas de acentuación, siempre tuve diez.
En tercer año y de la mano de una profesora de latín e historia grecorromana me empecé a dar cuenta de todo: tenía que estudiar Letras. Me metí en la página de la UBA y me bajé el programa de la carrera, todas las materias me interesaban. Estaba todo decidido.

En el camino, por varias cuestiones que no vienen al caso (ejem ejem) terminé el colegio a los veinte años, en lugar de terminarlo a los diecisiete.
Empecé a trabajar a los dieciocho como recepcionista y operativa en una mensajería; después, de empleada administrativa en un estudio jurídico; al año siguiente, hice una suplencia de 6 meses en la recepción de una empresa de sistemas.
Entrando en el mercado laboral, empecé a tomar conciencia de muchas cosas, y empecé a pensar seriamente en la salida laboral que tiene la carrera que estaba eligiendo (léase: docente y derivados, o narrativa). Me gusta escribir (bueno, tengo un blog), pero no se si me arriesgaría a depender de mis publicaciones para subsistir; y el tema de la docencia, mucho no me convencía.
Además, habiendo tenido contacto con mucha gente de muchos ámbitos, me gustaba la idea del contacto con la gente, soy una persona extrovertida; disfruto de las relaciones sociales.

Fue ahí cuando lo de letras empezó a tomar concepto de vocación, pero no fácil de ejercer en mi caso. Sentí que el día de mañana, iba a querer que mi profesión me diera un dinamismo que letras no iba a darme. Entonces decidí buscar una carrera medianamente corta, que me gustara, y llegué a que la decisión estuviera entre la carrera de Publicidad y la carrera de Relaciones Públicas.
No me costó mucho, me pareció que, de las carreras de administración organizacional, Relaciones Públicas es la que tiene más “humanística”. Obviamente, Letras seguía (y sigue) en los planes. Letras, indudablemente, iba a enriquecer cualquiera de las carreras que eligiera.

Hoy estoy en primer año de la carrera de Relaciones Públicas en una universidad privada (honestamente, hubiera querido que fuera la UBA, pero todavía, no existe como carrera). La carrera cubre mis expectativas, debo reconocer que no me va tan bien como quisiera, pero eso es una cuestión meramente de falta de costumbre. Quizás no la termine en los cuatro años que se estipulan, pero, de cualquier forma, cuando termine voy a empezar con Letras, aunque haga una materia por cuatrimestre, porque se que es eso lo que yo quiero ser; no voy a adaptar el modo de vida que quiero, ni lo que yo soy realmente a Relaciones Públicas, sino al revés, voy a adaptar a Relaciones Públicas a lo que yo espero y soy.

jueves, 5 de junio de 2008

fibra óptica

Hace dos semanas que estoy sin internet en casa, y me rehuso a conectarme desde un ciber. Qué fea es la dependencia y la costumbre con este tipo de cosas. Más vale juntarse a tomar un café antes que chatear! Pero bueno, por ahora, ni una cosa, ni la otra.